Hemos conocido que las leyendas son historias inventadas que se cuentan como si fueran reales. Nos hemos propuesto inventar leyendas relacionadas con el Mar Menor. Estas son algunas:
Un lunes cualquiera apareció un
charquito en una antigua playa seca. Poco a poco el charco aumentaba hasta que
un día se llenó la playa de agua. Pero, claro, era de agua dulce.
Todo el mundo iba a bañarse y a recoger agua para beber. Un día Neptuno,
el rey del mar, se hartó de beber agua
dulce. Cogió un salero que ponía “San Pedro” y se puso a repartir toda la sal
que tenía por toda la playa del charco. El agua se volvió salada, muy salada.
Tan salada que a Neptuno le picaban los ojos cuando se bañaba. Por eso se fue a
mares más profundos diciendo: “Quedarse con la sal”. Desde entonces sacan sal
sin parar de las salinas de San Pedro.
Me cuenta mi madre que decía mi
abuelo que parece que en los tiempos muy antiguos contaban que había unos
pasadizos subterráneos que comunicaban la Casa del Reloj y el Castillo de la
Condesa. Yo no sé si será verdad o leyenda. El caso es que me encantaría
encontrarlos y entonces imaginar por qué se construyeron, ¿quién se querría
escapar por esos pasadizos?, ¿o quizás era alguien con una doble vida?, ¿qué
aventuras se vivieron en esas galerías secretas? ¡Me gustaría que hicieran una
película así!
Un día en el mar se produjo una
ola enorme, tan grande que se adentró muchos kilómetros en los campos. Se tragó
toda la tierra blanda. En vez de campos y plantas la convirtió en barro y arena
y la dejó inundada para siempre. Donde había campos ahora había un mar con poca
agua. Así nació el Mar Menor. Pero había un camino de piedras duras con las que
la ola no pudo. Ese camino es La Manga. Y tenía un agujero por donde entraron
los peces, los langostinos y las medusas marranas. Las medusas lo llenaron
todo. No picaban. Hasta que entró la medusa blanca que sí picaba. Todos la
temían porque era transparente y no te podías defender porque no la veías.
Cerca de la costa de La Manga
vive una sirena que tiene un castigo singular: Es invisible y no tiene nombre.
Únicamente en esos terribles días de temporal de Levante a finales de Agosto,
la intensa humedad del viento al chocar contra ella, puede hacerla visible.
Entonces, escuchando atentamente, es posible oír, mezclado con el ulular del
viento marino, un delicado canto agudo, trágicamente melódico.
Esta triste sirena habitaba los
fondos del mar donde tiene un palacio de nácar, corales y perlas el Rey de los
Océanos, Poseidón.
El destino, que es ciego, hizo a
la sirena enamorarse de su Rey y tanto se enamoró que compuso un canto de amor
encendido al Dios de los Mares. La esposa de Poseidón enfermó de celos y mandó
traer a la sirena. Entonces pidió un castigo para la sirena algo más duro que
la muerte: Que regrese al reino de la no existencia donde nadie tiene nombre y
donde nadie puede ser visto.
Un día estaba en el cielo el Dios
del Agua. Estaba mirando la Tierra y se preocupaba por si no había bastantes
mares en el mundo. Entonces cogió su bolsa de mares, pero en su bolsa sólo
quedaba un puñado de polvo. No era suficiente para crear un gran mar. Tiró los
polvos y cayeron aquí al lado. Se convirtieron en una playa y la llamó Mar
Menor.
Hace diez siglos el Mar Menor no
existía. Un día, un viajero pasaba por San Pedro del Pinatar y le dijo a un
señor que pasaba por allí:
-
Dígame, buen hombre ¿aquí no hay mar?
-
No. Le dijo el señor.
Al día siguiente, el viajero
preguntó a una muchacha:
-
Dígame, buena mujer ¿Podría decirme donde puedo
encontrar agua?
-
Sí. Acompáñeme.
Y lo llevó hasta unos molinos de
agua que había en una charca.
El extraño viajero se marchó del
pueblo agradecido. Al poco tiempo, la charca de los molinos creció y creció
hasta llegar al mar. Se llenó de sal y salinas. Llegaron aves de todas clases a
vivir en ellas. Siguió creciendo y creciendo hasta formar otro mar que se llenó
de playas.
Antes sólo existía un Mar: el Mar
Mediterráneo, pero un volcán sumergido entró en erupción y de tantas piedras y
rocas que tiró hacia arriba se crearon islas hasta cerca de Cartagena. También
se formó una lengua de tierra que al fin y al cabo la llamaron La Manga. Este
trozo de tierra separó un trozo de mar, que le llamaron el Mar Menor.
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